El periplo diario de Jesús Jiménez, el conductor de un camión de refrescos con 25 repartos por BCN
7 de junio de 2008, La Vanguardia
Zona de carga y descarga de la Travesera de Gràcia. Pasan pocos minutos de las ocho de la mañana. Un vehículo de obras la ocupa en su totalidad. Jesús Jiménez, con 16 de sus 48 años al volante de un camión de 12.000 kilos que reparte refrescos, zumos, cervezas y agua, no puede parar. No hay sitio. Pero ni siquiera maldice. Tiene que tener paciencia, algo que no se solicita a los conductores que se dedican al reparto en Barcelona pero que sería más que recomendable. Jesús, como otros muchos, está acostumbrado.
“No hay zonas de carga y descarga suficientes. Y las que hay, siempre están invadidas con coches aparcados. Y a nosotros si dejamos el camión donde no se debe nos multan”, explica el conductor de la empresa Disbesa. Él, dentro de los que cabe, tiene suerte. La empresa paga las multas que son de aparcamiento. No todas lo hacen. Se las paga siempre, también la de los miércoles. “Esa es la más habitual. La de la avenida Sarriá, si llegó allí a las 11:30, cuando está la policía, nadie me libra. Tengo que repartir entre coches. Las zonas de carga y descarga son pequeñas. ¡Ni siquiera me cabe un camión!”, exclama mientras llega a Diagonal.
Tiene una área de reparto no demasiado grande, unas pocas manzanas. Unas 25 visitas. Cerca de 400 bultos – cajas, botellas y bidones-. Pero se pasa la mañana dando vueltas, no todos lo bares abren a la misma hora. Faltan pocos minutos para las nueve cuando echa el freno de mano. Está en el chaflán de Urgell con Buenos Aires. Tres repartos. En pocos minutos, el los mismos chaflanes – aunque limitados por las vallas de las obras- hay otros siete camiones y furgonetas haciendo reparto. Signo evidente de que esta sigue siendo tierra de bares. “ Ya está”, dice. Ha tardado 26 minutos. Dentro del tiempo que el Ayuntamiento exige que se dedique a la carga y descarga – aunque no suela haber espacio en estas zonas- que es de media hora. “Aquí se puede hacer en ese tiempo. Pero yo tengo descargas que son de más de una hora, por mucho que corras”, apunta Jesús.
Nuevo destino: Buenos Aires con Villarroel. Dos zonas de carga y descarga sin espacio. Ocupadas por camiones y por cinco coches particulares. Un guardia urbano escribe en su libreta. Multan a un coche mal aparcado, en un carril. A los vehículos particulares de la zona de carga y descarga ni se acerca. Controla el reloj de los camiones y de las furgonetas, aunque el de Jesús no tiene. Lo observa, se apunta algo y se retira.
El conductor-repartidor-cobrador de Disbesa vuelve de sus dos viajes, han sido quince minutos. “Yo no tengo reloj –sonríe divertido- hoy estoy yendo rápido, pero siempre suelo tardar más de media hora por parada”. Avanza por Villarroel, todas las zonas de carga y descarga, ocupadas. Llega a la confluencia de la calle París. Aparca en el chaflán, en doble fila en la zona azul. En el chaflán ya no cabe ni una aguja. Dos clientes, tres viajes, 32 minutos. Arranca y se dirige a la calle Londres. En los dos carriles hay camiones descargando, algunos conductores y motoristas se quejan. Para en la confluencia con Muntaner. Hay doce camiones que reparten. 40 minutos.
“Nunca hay sitio. Muchas veces tienes que dar bastantes vueltas antes de encontrar donde puedas dejar el camión sin molestar. A veces molesta, pero no puedes hacer nada más. Si hubiera más zonas de carga y descarga sería diferente. Si por lo menos se respetaran”.
Arranca de nuevo. Avenida Sarriá a la altura de Josep Tarradellas. Tan sólo dos zonas de carga y descarga pequeñas. Tiene que ocupar un carril, descargar en medio del tráfico. Jugarse la piel. No le queda otra. Es donde le multan cada miércoles – las cuatro multas al mes que, como mínimo, están más que previstas-. “¿Qué haces si tienes que repartir 60 cajas y no tienes donde pararte?”, suspira, y trata de tomárselo con paciencia. Por suerte, el guardia urbano todavía no ha llegado.
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